El cementerio de San Miguel es un cementerio extraño, situado en el barrio de Capuchinos (véase El monstruo de capuchinos) de la capital malagueña.
Existen muchas leyendas sobre el cementerio de San Miguel, pero aquí sólo se mostrarán las siguientes dos historias:
El fantasma de Janes Bowles
El 4 de Mayo de 2005, un grupo de visitantes estaban reunidas en el panteón de Janes Bowles, una literaria inglesa que murió en Málaga. Los visitantes encendieron velas en su memoria y colocaron junto a su tumba algunas flores.
De pronto, uno de ellos reunidos se quedó sin habla. Entre el grupo, en el que todos se conocen entre sí, hay una persona más. Es una mujer vestida de luto parecida a la fallecida literata.
Tras unos momentos, las demás personas se dan cuenta de la presencia de la mujer, la cual posee una mirada perdida.
Antes de que nadie pudiera hacer nada para saber quién es, ésta se vuelve y dobla la esquina de un gran panteón. Cuando varios de los testigos se dan cuentan de lo que ha pasado, van buscando a la extraña mujer. Desgraciadamente, aquella mujer ha desaparecido sin dejar rastro.
Al conocerse la noticia, los que suelen visitar cada año la tumba de Jane Bowles, dicen: "Nos os preocupéis. Jane suele venir en el aniversario de su muerte, apareciendo entre nosotros con la misma espontaneidad con que desaparece".
♀Janes Bowles (1917 ┼1973) |
Voces en la Noche.
En el cementerio, el encargado de la capilla, José Fernández. Fue a rezar al exterior de la capilla.
En el silencio de la noche, solo roto por algún que otro sonido, él pudo ser testigo de un fenómeno inédito. Sus oídos captaron lo que él identificó como el lamento desolado de un niño de corta edad. Al prestar más atención, descubrió que pronunciaba unas palabras, y estas eran ¿mamá?, ¡mamá!
Tenía total seguridad porque no pudo confundir aquel sonido con el llanto de algún animal o por algún eco distorsionado por el aire. Prueba de esto es que el Hermano José fue siguiendo el sonido de la misteriosa voz, hasta poder ubicarlo en el interior de un nicho determinado, de donde provenían sin lugar a dudas los lamentos.
A partir de ese momento el fenómeno se ha repetido con frecuencia, a distintas horas. Existen otras manifestaciones extrañas que van más allá de una simple voz. José Fernández ha sido testigo en diversas ocasiones, de cómo un niño de corta edad entraba corriendo en la capilla, en horas en las que el cementerio estaba cerrado. Era como una visión confusa, ya que pasaba a gran velocidad, y al momento de girarse para ver la silueta al completo, la imagen desaparecía de manera repentina.